jueves, 13 de mayo de 2010

Risa Descalza.

Y al oír tu risa

De pie y de planta,

Oír tu risa de garganta,

Quise beber la lluvia de tu Amaranta.


Oír tu risa descalza.

Oír tu risa que avanza.


Oír tu risa que abraza,

-Para saber-

Que nunca hubo risa de muelas

Sino ventura de espinas,

Que por no andar de puntillas

Riendo de pie clavarían

Amando descalzos

Al suelo mis pies.



miércoles, 24 de septiembre de 2008

El Hambre.

Era un excelente amante. De manos firmes y besos sensibles. De caricias quizás no tan duraderas, pero de miradas absolutamente profundas. Gentilmente detallista para ocultar la esencia bruta de su naturaleza. De palabras rápidas y sentidos letales.
Nunca hubo de saber si aquél hombre era una figura prehistórica o una imagen de ensueño.

No había conocido a otro hombre como aquel, ni se parecía a ningún otro. De figura alta y esbelta, producto de una especie que no encontró condena ni evolución, solo supo adaptarse a los tiempos.
Silente observador, era como si no perteneciera al mundo de los hombres.

Lo conoció una noche de fiesta gracias a un amigo de los tiempos de universidad. Lo miró con fascinación y desconfianza. Los encuentros no empezaron hasta cierto tiempo después.

Era un excelente amante.

Al comienzo fueron encuentros casuales, furtivos. No se necesitó más que eso.
Presa de satisfacción no hubo de sentir más el hambre que le carcomía las entrañas. El hambre de amor había sido saciada.
Saciada y extasiada.
Rendida ante aquella boca encendida y hambrienta de ella.

Era un excelente amante.

Llegada la satisfacción, esta duraba muy poco.
Cada vez menos.

Primero, hubieron de encontrarse dos o tres veces por semana.
Luego aquellas tres se hicieron muy poco y fueron encuentros diarios.

Mañana y tarde. Mañana y tarde.
Mañana y tarde. Mañana y tarde.

Ella. Ella era exquisita. Y el hambre que no cesaba. Nunca. Esa hambre lo volvía loco.
Y ella, atendía todos sus pedidos.

Mañana y tarde. Mañana y tarde.

Corría a su encuentro. Donde fuera. En la mañana. En la tarde. A mediodía.
Su hambre estaba lejos de ser satisfecha.

Ya no habían días, horas para tanto deseo. Dejó el trabajo. Dejó a sus amigos. Dejó de comer. Dejó de conciliar el sueño pensando en nuevas recetas. Pronto ya no se supo de ella. Se la pasaba encerrada en aquel cuarto todo el día y toda la noche.
Quería saciarlo pero el hambre no cesaba.

Sus caricias ya no abarcaban su cuerpo. Esa sensación de sentirse pequeña entre sus brazos ya era absurda.
Se sentía cada vez más pequeña ante él. Era como si creciera. Ya no podía alimentar sus besos como antes ni otorgarle pedazos de ella para llevar a su boca.

El hambre aumentaba y ella se volvía pequeña, demasiado pequeña ante él que se había vuelto enorme.
Inmanejable.

Fue un día de esos en que al ya no medir más que la palma de su mano, aquel (ahora gordo) amante hubo de dejarla, ya que por su naturaleza golosa de afectos, siempre hubo de preferir los bocados más grandes.


jueves, 15 de mayo de 2008

Escrutinio.


"Hoy me siento extraño, así como si me faltara algo. ¿Habré dejado algo en casa? No, no es eso. Es como si estuviera en otra parte, como si hoy fuera doble. ¿Me estaré resfriando? No, tampoco es eso. Sólo estoy ansioso. Sí, eso es todo, Ya pasará". - pensó el gusano bajo la escrutiñadora mirada del niño al darse cuenta de que los extremos aún seguían moviéndose despúes de haber sido cortados.

jueves, 20 de marzo de 2008

Al Contrario.


Y querer más, al contrario

cuando tú quieres menos,

me hace desear más,
querer esperar menos.

sábado, 15 de marzo de 2008

La Peste.



Y al saber que ya no había cura, escapó de las manos de aquellos falsos científicos y corrió por entre las calles sin dirección.


Era una peste nunca antes vista; de colores encendidos y grandes puntos oscuros.
Corrió, pero al ser tan pequeña y regordeta fue fácil para ellos con sus grandes pasos darle alcance. Estaba perdida. La tenían acorralada con sus frascos de vidrio y sus pinzas en posición. De seguro la exhibirían y se jactarían de su captura.
Crucé los dedos para que les fallara la suerte y miré cómo se abalanzaban sobre ella... hasta que abrió sus alas y voló.


Y ahí se quedaron atónitos mirándola como se alejaba de ellos con su vuelo. Se miraron entre ellos y salieron corriendo a ver que más pillaban entre las plantas del jardín.

[Parte del "Insectario"]


martes, 12 de febrero de 2008

El Espía / Haikú 5




¡Eres tú el espía!

Exquisita traición,

De tu piel a la mía.

domingo, 23 de diciembre de 2007

Asesinos / Haiku 4.



Y morir lentamente,

sobre tus rizos;

Asesinos del alba.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Las nenas visten de blanco.


Y después de 5 Ave Marías y 9 Padre Nuestros, se levantó del banquillo y sintió una tranquilidad que desde hace algunas horas ya no sentía.
Recuperado aquél estado divino, limpió la habitación y abrió las cortinas para que la luz del sol entrara, radiante, para esconderse entre sus cabellos.

Recogió las cartas. Había sido un juego limpio; una simple pero decisiva victoria de corazones.

Era domingo.
Se colocó su vestido blanco y se preparó para salir. No iba a quedarse en casa para seguir jugando a las cartas. Además, ya le había ganado muchas veces antes de esta. Y con el mismo juego de corazones. Nunca aprendería.

Tomó su bolso y se despidió de Rafael.
Abrió la puerta y desde fuera pudo verse el cuerpo inerte de aquel pobre diablo, sentado en la silla. De cuencas abiertas, vaso en mano y un par de cartas que a cualquier jugador, principiante o profesional, le habría dado lástima de ver tanta mala suerte concentrada en un solo pobre sujeto.


El día estaba hermoso como para celebrar una victoria. El suave viento acariciaba los pliegues de ese inocente vestido blanco.
Y porque sí… las nenas también se visten de blanco.


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Porque aquel antiguo adagio: "mala suerte en el juego, buena suerte en el amor", peca por su antiguedad.

Porque si no sabes jugar a las cartas, te pierdes entre tanta táctica, planificación y bluffs. Si todo es un juego, ¿que pasará cuando no sabes jugar?

Foto: Srta. N.R.

martes, 27 de noviembre de 2007

Solo un Poco.


I

Un poco de noche
Y piérdete conmigo.

Te he de llevar
Doblado y chiquito,
Por ahí,
Escondido en mis bolsillos.

Y el viento acariciará mis cabellos por entre el recuerdo de tus dedos.

II

Un poco de versos
Vendrán a mi paladar,
Mientras te busco,
Y sigo buscando
un poco de noche al que mirar.


III

Caminemos un poco.
Perdámonos un rato.

¡Acompáñame!
Que poco importen las horas.

Un poco de ciudad
No nos vendría mal.

Y solo veamos los autos pasar.


IV

Frente a mis ojos
Un poco de luz.

Frente a los tuyos
Un poco de mí.


¿Te opones?
¿Te opones un poco?

Y solo me sonríes… pero solo un poco.


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Un poco de realidad frente a tanta confusión.
Que la noche guíe.
Un pedazo de presente,
una visión cotidiana.